jueves, 9 de junio de 2016

Cartuja de Miraflores

Cartuja de Miraflores, una joya patrimonial e histórica en alza
El monumento burgalés recibe anualmente 80.000 visitantes, atraídos por su belleza y los misterios de la orden cartuja
Los proyectos televisivos y cinematográficos, ‘El Ministerio del Tiempo’ o ‘La Corona Partida’, han impulsado su interés turístico
Los proyectos televisivos y cinematográficos como ‘El Ministerio del Tiempo’, ‘Isabel’ o ‘La Corona Partida’ han acrecentado el atractivo de La Cartuja de Miraflores, emblema patrimonial de Burgos que recibe anualmente a 80.000 visitantes. Llegan atraídos por la belleza artística del conjunto monacal, la vida silenciosa que practican los monjes que lo habitan y la variedad de sus trabajos artesanales, recuerdan desde el área gestión turística de La Cartuja, si bien nadie puede obviar esas otras influencias más profanas.
Lo dicen aquellos que visitan por primera vez el monumento, pieza clave para entender la historia de España, ya que en La Cartuja no se pregunta nunca qué motiva las visitas de sus visitantes. Tampoco se dispone de cifras mucho más desglosadas, esas que tanto gustan a los periodistas para desmenuzar los atractivos turísticos de la ciudad. Sí que se sabe que el 65 por ciento de los visitantes son españoles, siendo los de Castilla y León, Madrid, Andalucía y País Vasco los que más se acercan al monumento.
Por lo que se refiere al turista extranjero, destacan las procedencias de Francia, Italia y Alemania, dentro de la Unión Europea, y Estados Unidos, Iberoamérica y Asia. Y es que La Cartuja de Miraflores es un conjunto patrimonial excepcional. Se concibió en origen como palacio de recreo para Enrique III, que mandó construir el edificio en 1401. Su hijo, Juan II de Castilla, se lo cedió a la orden cartuja en 1442, y de ahí nació la comunidad de Miraflores. La ya cartuja sufrió un incendio diez años más tarde, y tuvo que se reconstruida.
Periplos históricos
El proyecto lo dirigió Juan de Colonia, arquitecto de la Catedral de Burgos. Y Gil de Siloé, años más tarde, se encargó de levantar el panteón real en el que descansan los padres de Isabel La Católica, una de las grandes benefactoras de La Cartuja. Es protectorado monárquico se continuó de la mano de Felipe El Hermoso, y se mantuvo hasta la Guerra de la Independencia, cuando el monasterio fue abandonado por los monjes. Sufrió varios saqueos, se destruyó una parte muy importante de su patrimonio, y La Cartuja acabó profanada y convertida en cuartel.
Los monjes volvieron en 1880, iniciándose entonces un proceso de restauración que ha llegado hasta nuestros días. Los últimos proyectos corresponden a la rehabilitación de las vidrieras, atribuidas a Niclaes Rombouts, entre 2003 y 2006, y el gran proyecto cultural cofinanciado por la Junta de Castilla y León, la Fundación Patrimonio Histórico y World Monuments Fund España. Se actuó sobre la portada de acceso, se habilitaron las tres capillas laterales para visita y se expusieron los tesoros patrimoniales. En total, la inversión alcanzó los 4 millones de euros.
La soledad
Sin embargo, no es solo la riqueza patrimonial de La Cartuja de Miraflores lo que llama la atención al visitante. La vida solitaria de sus monjes cartujos es otro de sus grandes atractivos. La comunidad cuenta con una veintena de miembros, consagrados a la oración y al trabajo, que siguen fielmente las reglas del silencio y la soledad. Sin visitas, con una única salida semanal y sin comunicación externa; una vida próxima a la del ermitaño, aunque le salva la relación de comunidad y las horas de esparcimiento personal.
La página web de La Cartuja es el único contacto con el exterior, así como los correos electrónicos con los que se contesta a las preguntas que realizan los usuarios. Eso sí, a modo de curiosidad, y por eso de que estamos en vísperas de una nueva convocatoria electoral, cabe recordar que los monjes, como ocurre en otras órdenes religiosas, también salen a ejercer su derecho al voto. Se puede considerar una de las anécdotas de cualquier jornada de elecciones, y salida excepcional del monje cartujo.
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Aunque no estén abiertas al público, las dependencias de La Cartuja de Miraflores abarcan mucho más que la iglesia, san Bruno o las esculturas de Gil de Siloé en el sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal y el retablo mayor. Lo que fue el palacio de recreo de Enrique IIIse reconvirtió en monasterio a mediados del siglo XV para albergar una iglesia, dos claustros y las instalaciones monásticas donde los cartujos pueden hacer vida de ermitaños. Estas últimas, que también forman parte del conjunto arquitectónico, son las que ahora son objeto de restauración. Aquí
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